Un día que Dana jugaba con Kai, vio que su casa estaba cerrada, dos caballos blancos situados en la puerta, y sus dos hermanos menores fuera. Rodeó la casa hasta que encontró una ventana por la que escuchó unas voces que le resultaran familiares. Eran su padre, su hermano y… ¡El hombre de la túnica gris! Hablando de llevarse a Dana a algún sitio. Dana perpleja de lo escuchado salió corriendo hacía el granero, su madre al enterarse que Dana había escuchado la conversación, salió corriendo tras ella, y le explicó que sería lo mejor. Le dio un medallón, de una luna con una estrella que había pasado de generación en generación desde su tatarabuela. Dana preparó la maleta, se despidió de su familia, y se montó en uno de los caballos blancos del hombre de la túnica gris. Ya que él le había regalado uno de ellos, ella le puso de nombre Lunaestrella, por el medallón. Dana no se había olvidado de Kai, así que se bajo del caballo, con la excusa de que se le había olvidado una cosa y fue a buscarle, en el momento que le encontró, entró el hombre de la túnica, miró a Kai y le dijo: “Tu también puedes venir”, así que se fueron los 3.
A mitad del viaje, Dana le preguntó el nombre al hombre de la túnica gris, este solo le dijo que podía llamarle Maestro. Fue un viaje largo, sin dirigirse la palabra, durmiendo poco en posadas de distintos pueblos, hasta que un día, llegaron a una enorme cordillera, donde él dijo que dentro de ella, atravesando el valle de los lobos, se encontraba su hogar, “La Torre”.
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