Prometeo, viendo que a Zeus no le importaba la deficiencia intelectual de Faenón, decidió enseñarle él mismo. El humano progresó y aprendió a luchar y a defenderse. Zeus, cabreado por la acción de Prometeo decidió castigarlo. Lo condenó a permanecer eternamente en la isla de Escítia. Prometeo quiso protestar pero Zeus, con el trueno en alto, le ordeno que se marchara.
Por la noche oscura de ese día Zeus oía silenciosamente con una embarcación navegaba por el rio océano, intentando no llamar la atención. La embarcación llego a la orilla de la isla de Aea y los tripulantes se bajaron y se dirigieron hacia una mole. Mas tarde surgió un fuego y se veía como los hombres cocinaban y se calentaban.
Helio, al ver todo esto, se chivó a Zeus. Este, al enterarse que el dueño de aquella tripulación era Faenón, se mesó. Él pensó que el humano alcanzaría tanta sabiduría que querría destronarlo e igualar su poder
Hermes se dirigió con su sombrero de ala ancha y su caduceo hasta el bosque donde le esperaban Hefestos y Zeus. Juntos se acercaron al lugar donde estaba Prometeo tallando un bailarín de madera blanca. Este se preparó para la batalla creyendo que venían buscando guerra. Zeus estaba tan cabreado que aumentó su castigo. Lo encadenó en lo más alto del monte Cáucaso y le dijo que un águila le comería el hígado todos los días y por la noche le volvería a crecer, y así sucesivamente durante todos los días de su vida.
Un día pasó Heracles (semidiós invencible) por donde se encontraba Prometeo. Se compadeció de él así que mató al águila con una flecha y lo desencadenó. Prometeo predijo que si Zeus tenía un hijo con Tetis, este lo destronaría, al igual que hizo él con su padre Crono, y este con su abuelo Urano.
Heracles le dijo que para vengarse podría poner al centauro Quirón en su lugar, ya que, debido a la herida provocada por una flecha envenenada que le clavó Heracles, siempre se estaba lamentando y quería morirse. El centauro se alegró de poder ayudar a Prometeo.
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